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Entonces — quiere ser periodista

Lo que sucedió ayer en Annapolis podría suceder en cualquier redacción de cualquier comunidad.

Al igual que en la publicación Capital-Gazette, hemos sido demandados por imprimir un informe policial sobre el arresto de un hombre local. La demanda contra nosotros, como la presentada por el sospechoso del tiroteo masivo de ayer, fue desestimada.

Como todos los demás periodistas que conozco, me han gritado, maldecido y me han llamado por todo tipo de nombres solo por informar sobre las noticias en mi comunidad.

Este nunca ha sido un trabajo fácil. Requiere la voluntad de trabajar durante muchas horas, a menudo siete días a la semana, para recibir lo que equivale a un salario de subsistencia. La disposición de soportar críticas públicas y burla casi todos los días de tu vida, y la capacidad de levantar la vista y continuar trabajando.

Eso es lo que haces cuando crees en tu misión. Y nadie hace este trabajo a menos que crean en la misión.

¿Cuál es esa misión? ¿Qué motiva a los periodista a llevar a cabo este duro trabajo?

Una lealtad a la búsqueda de la verdad. Una dedicación a los hechos. Un deseo de justicia.

La certeza de que sin reporteros y editores valientes, la verdad, la objetividad y la justicia serían subvertidas por el poder, la codicia y la corrupción. En cada momento, sin fallar.

Y la compasión por los demás —el tipo de compasión que nos hace querer contar historias de las vidas de las personas, las historias de la comunidad donde vivimos—. El tipo de compasión que nos hace luchar por la búsqueda de la verdad, la objetividad y la justicia.

Así que aquí estamos, trabajando en poblaciones pequeñas y vecindarios de grandes ciudades por todo el país. Sentados durante incontables horas en aburridas reuniones gubernamentales. Investigando en tribunales de justicia y oficinas del gobierno. Examinando montañas de papeles y consultando miles de páginas web. Invirtiendo horas, días, semanas y meses tratando de obtener hechos y llegar a la verdad. Planteando preguntas —a menudo realizando preguntas a aquellas personas que tienen el poder sobre la vida del resto y que en realidad no tienen ningún interés en responder. Aprender a reconocer el desmontaje, la ofuscación y la mentira que sin dudara le seguirá. Y tener el coraje de reclamarles por ello.

Entre medio, estamos en las calles cubriendo las barbacoas de pollo, las carreras de 5 kilómetros, las ceremonias de graduación, las ceremonias de corte de cinta, los eventos para recaudar fondos y los festivales callejeros que hacen de este lugar una comunidad.

Y luego, una sección de un informe policial enfurece al hombre equivocado. Un hombre que se percibe a sí mismo como alguien a quien los tribunales le han denegado justicia. Un hombre con resentimiento —y un arma.

No sé en que estaban trabajando ayer los periodistas de Capital-Gazette, Rob Hiaasen, Wendi Winters, Gerald Fischman y John McNamara, cuando el tirador abrió fuego en medio de la sala de redacción. Pero sí sé que estos periodistas veteranos del periódico —todos de 50 y 60 años— estaban guiados por la misma misión que nos motiva, tanto a mí como al resto de periodistas locales. No es dinero, ni seguridad en el trabajo, ni fama, ni siquiera una simple apreciación, porque esas cosas no se dan al ser un reportero de noticias local.

Estaban motivados por estar donde estaban, haciendo lo que hacían por su lealtad a la búsqueda de la verdad, una dedicación a los hechos y un deseo de justicia.

De lo contrario, no habrían estado en esa sala de redacción.

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Denise Civiletti
Denise es una reportera veterana y editora local, una abogada y ex concejala de Riverhead Town. Su trabajo ha sido reconocido con numerosos premios, incluyendo un premio "escritor del año" de la Asociación de Prensa de Nueva York en 2015. Es fundadora, propietaria y coeditora de este sitio web. Correo electrónico Denise.