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Inspiración en un encuentro casual con la juez del tribunal supremo Sonia Sotomayor

Jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos Sonia Sotomayor y la autora en el Panera Bread de Riverhead en 2012.

Esta semana fue el Día Internacional de la Mujer, un día en que conmemoramos a las mujeres y la lucha por los derechos de éstas. Y aunque el día de la mujer es todos los días, el 8 de marzo nos detenemos deliberadamente para reconocer la hermandad, el esfuerzo de la lucha por la igualdad, la riqueza de nuestro género en toda su compleja diversidad, los puntos de intersección en nuestras diferentes experiencias alrededor del mundo, así como las contribuciones y los sacrificios, grandes y pequeños, de tantos que han ayudado a mejorar la vida de las mujeres en todas partes.

Hace cinco años, en un día cualquiera de finales de verano, yo esta embarazada de ocho meses de mi hija. Ese día me sentía triste, probablemente debido a las alocadas hormonas del embarazo, y me preguntaba sobre mi futuro y de cómo iba a cambiar mi vida, una vez más, con un bebé recién nacido en unas pocas semanas.

Ya había sido bastante duro ser mamá por primera vez con mi hijo y, a pesar de que estaba emocionada con el embarazo y ansiosa por conocer a mi hija, también estaba muy nerviosa.

Cuando eres inmigrante y los padres, tíos, tías y primos tan necesitados se encuentran lejos (hey, soy hispana, tenemos familias numerosas), surge un tipo especial de tristeza cuando no puedes compartir la primera sonrisa de tu hijo o hija recién nacidos, sus primeros pasos, las noches de insomnio, la alegría, y la confusión con tu familia inmediata. De repente te ves en esa posición de “averiguarlo todo por ti mismo…” y es difícil.

Y en este día de verano en particular, sentía esa melancolía profundamente. Vagando sin rumbo por Riverhead decidí parar a almorzar, aunque era un poco tarde, en el Panera Bread de la Ruta 58, que casualmente estaba casi vacía.

Estaba esperando mi orden, cuando de repente apareció una mujer justo a mi lado al mismo tiempo que yo estaba recogiendo mi comida. Consciente de mi enorme barriga en ese momento, me di la vuelta y me disponía a disculparme, cuando descubrí quien era.

Justo delante de mí se encontraba la jueza del Tribunal Supremo de Justicia de los Estados Unidos, Sonia Sotomayor.

Me quedé sin palabras, y por alguna extraña razón, la abracé (seguro que las hormonas jugaron su papel.)

Sotomayor me devolvió el abrazo y me preguntó si todo estaba bien, y por su puesto, yo le respondí que sí. Me disculpé y le dije lo increíble que era haberla conocido. La felicité por ser la primera latina (y la tercera mujer) en servir en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Ella me preguntó sobre mi y lo que yo hacía, y conversamos un rato. Se dio cuenta que yo era inmigrante, latina también, por mi acento y comenzamos a charlar sobre nuestra experiencia en común.

Nacida en el Bronx, de padres puertorriqueños que no hablaban nada de inglés según CNN, Sotomayor es la prueba de que el trabajo duro importa y que el sueño americano existe para algunos, además de convertirse en la inspiración de muchas mujeres en todo el mundo.

De niña tuvo una infancia muy difícil. Fue diagnosticada con diabetes tipo 1 y su padre murió cuando ella tenía tan solo nueve años. Su madre crió a Sotomayor y a su hermano por su cuenta, y les enseñó la importancia de esforzarse y el poder y la diferencia que puede tener una buena educación.

Completamente bilingüe, Sotomayor se graduó con los más altos honores (summa cum laude) de la Universidad de Princeton y de la Escuela de Derecho de Yale, donde fue editora del prestigioso periódico universitario “Yale Law Journal.”

Fue nominada por el presidente George H.W. Bush en 1992 para el Tribunal del Distrito de los Estados Unidos por el distrito del sur de Nueva York, convirtiéndose en la primera latina en ser nominada para ocupar tal cargo. En 1997, el presidente Bill Clinton la nominó para el Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos por el Segundo Circuito, y luego en 2009, el presidente Barack Obama hizo historia cuando la nombró para el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Por supuesto, todos sus logros no estaban presentes en mi mente cuando me encontré hablando con ella, pero de alguna manera la importancia de ese momento en particular era palpable y casi eléctrico: inconscientemente me di cuenta que estaba conociendo a alguien muy importante para muchos, alguien que se parecía a mi y en quien me podía ver reflejada, alguien que representa no solo mi género, sino también mi origen étnico, alguien con quien me sentí tan identificada que por eso a lo mejor la abracé impulsivamente como si hubiera sido una tía querida que me encontré por casualidad.

Al conocerla y charlar con ella, Sotomayor me pareció una persona muy cercana, sin pretensiones, inteligente, abierta y amable. Ella me habló en español e inglés, me escuchó y me animó a perseguir mis sueños. Aunque resulte cursi, conocerla me hizo recuperar mi enfoque y me inspiró, disipando la tristeza de ese día y la incertidumbre del futuro.

E inmediatamente pensé en mi hija, aún por nacer.

Ella necesita ver a más mujeres como Sotomayor en su futuro. La representación sí que importa, tiene consecuencias. Ver mujeres inteligentes, con quien te puedas identificar, que entiendan de donde vienes, es crucial .

Aunque a primera vista, la historia de Sotomayor refleja a muchos otros que han sido exitosos y que han superado retos, es fácil olvidar que ella representa a alguien que ha podido navegar de manera efectiva la complicada intersección de barreras socioeconómicas, étnicas, de género, raza y lingüísticas, por no hablar de los prejuicios y costumbres y normas sociales.

Y a pesar de que los latinos representan casi el 18 por ciento de la población total, según el Centro de Investigación Pew, además de ser la minoría más grande y que crece más rápidamente, la representación de los latinos en diferentes esferas ha resultado notablemente problemática. Pero es que si hablamos de la mujer latina en particular, que representa el 7 por ciento de la población, el problema es aún más grave.

De acuerdo con el Colegio de Abogados de los Estados Unidos, solo el 5 por ciento de todos los abogados son latinos (comparado al 85% de blancos) y, según el Colegio Nacional de Abogados Hispanos, de ese cinco por ciento, solo el 1.3 por ciento son mujeres latinas, lo que que hace que la historia de Sotomayor sea aún de mayor relevancia.

Después de conocer a Sotomayor ese día, me sentí increíblemente empoderada. Corrí a mi casa y comencé a leer todo lo que pude encontrar sobre ella y finalmente acabé comprando su libro de memorias “My Beloved World” (Mi Amado Mundo.)

En él habla sobre su lucha, su vida y la de su familia, así como también de lo que significa ser una mujer latina. Hay muchos capítulos inspiradores, pero éste párrafo me conmovió especialmente, pensando en el East End de Long Island, pensando en mis hijos y su futuro, y planteándome mi papel como mujer latina en este rincón del mundo:

“Mirando a esa multitud, me imaginé a los que aún no habían llegado, estudiantes de minorías que, en los próximos años, harían de esta multitud de rostros, la vista desde donde me encuentro ahora, un poco más variada. Si pudieran haberme escuchado, les habría confesado: A medida que descubres la fuerza que puedes extraer de tu comunidad en este mundo del que se distingue, mira tanto hacia afuera como hacia adentro. Construye puentes en lugar de muros.” — Sonia Sotomayor, My Beloved World

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Maria Piedrabuena
María del Mar es editora y reportera multimedia de RiverheadLOCAL en Español y ganadora de varios premios por su trabajo periodístico. Ha trabajado para varios medios de comunicación, incluyendo News12 y la revista Fortune. Se graduó de la Universidad Stony Brook con títulos en periodismo y estudios de género. Correo electrónico Maria.