Puede haber pasado Halloween, pero para la residente de Flanders Paola Zuñiga, la celebración no ha terminado. En los primeros días de noviembre se conmemora la tradición milenaria de El Día de los Muertos, una época en donde la casa de Zuñiga se llena de aroma a incienso y un colorido altar decorado con calaveras, fotos, flores, velas y tequila se exhibe orgulloso en su sala de estar, mezclándose con los caramelos, calabazas y disfraces de los pasados días.
Zuñiga comenta que la celebración puede durar hasta una semana, y aunque no tiene ninguna relación con Halloween, hay una temática en común de unidad y de reunirse. Según Zuñiga, el objetivo principal es honrar y recordar a los seres queridos que han fallecido y enseñar a los niños sobre sus ancestros.
“Durante estos días esperamos a nuestros muertos. Existe un ritual que celebra la vida honrando a los que ya no están con nosotros,” dijo Zuñiga.
Éste año tiene un significado especial para Zuñiga. Su tío, con quien ella era muy cercana, fue asesinado recientemente en México. Ella explica que su muerte fue muy dura para ella y su familia, y que El Día de los Muertos es una manera que tiene para sentirse conectada a él una vez más.
“Estaba absolutamente desolada. Estar tan lejos, ha sido muy duro,” dijo Zuñiga. “Ésta es la razón por lo que es tan importante para mí celebrarlo, una manera de decirle adiós y seguir adelante.”
Su hijo Allan Potrero-Zuñiga, de 10 años, recuerda que cuando él vio a su madre llorando por la pérdida de su tío, él quería que El Día de los Muertos llegara pronto para que ella pudiera sentirse nuevamente en paz.
“Le dije que no llorara porque él la iba a visitar otra vez,” explica Allan. “Ésta tradición es importante para nosotros porque creemos que de esta manera conectamos con el abuelo y el tío, y cuando les ofrecemos dulces los honramos,” dijo.
Zuñiga, quien llegó a los Estados Unidos cuando era una niña, comentó que para ella era especialmente importante continuar celebrando ésta tradición ahora que se encuentra tan lejos de su Puebla natal, una región central de México, y enseñarle a sus hijos nacidos en Estados Unidos sobre como honrar a los miembros de la familia que vinieron antes que ellos, y así también la importancia de mantener vivas las tradiciones culturales.
“Debemos estar orgullosos de nuestra cultura indígena y no sentirnos avergonzados,” señaló Zuñiga. “Enseñar a nuestros hijos de dónde venimos, a no perder nuestras tradiciones y mostrarles la belleza que se puede encontrar en nuestra cultura,” dijo.
En México, según explica Zuñiga, la tradición es invitar a la venir y conversar sobre los parientes y amigos fallecidos, celebrar sus vidas y pensar en el legado que dejaron. Además del distintivo incienso de copal, ella comenta que las familias de descendientes mexicanos decoran las casas con una flor única de color naranja, densamente petalada llamada “cempaxochitl” y beben tequila o mezcal.
“Comida, bebida, todas éstas ofrendas que son importantes,” dijo.
Una tradición que data de hace 3.000 años con los Aztecas, fue posteriormente adaptada por los conquistadores españoles. Inicialmente, la celebración se realizaba durante los meses de verano pero los españoles la trasladaron al uno y dos de noviembre para coincidir con el Día de Todos los Santos o de Todas las Almas, un periodo en el que los católicos rezan por las almas de sus familiares fallecidos.
Uno de los símbolos más emblemáticos celebrados en El Día de los Muertos es el de las calaveras. Las calaveras comestibles, hechas de azúcar y decoradas por los niños, se dejan como ofrenda en los altares. Quizás la calavera más famosa de todas es La Catrina, una mujer muy bien vestida que es la representación de la misma muerte.
“La imagen de La Catrina fue realizada por pintores famosos en México a principios del siglo XX, sin embargo es mucho más antigua,” dijo Zuñiga.
Hoy en día, el maquillaje blanco y el inconfundible maquillaje de Catrina se pueden encontrar replicados por todos lados, pero Zuñiga señaló que es importante recordar que no es un disfraz, sino una parte importante de la celebración de El Día de los Muertos en donde se busca honrar a los muertos.
El 2 de noviembre, el día en que la tradición dice que la muerte se marcha una vez más, la gente visita los cementerios, limpia las lápidas, trae comida y bebida, y enciende velas para despedirse. En casa, la gente hace “pan de muerto”, que se comparte durante los varios días que dura de la celebración. Ésta es una masa especial con un sabor similar al anís que, según Zuñiga, su abuela hace mientras “llama” a las almas de los familiares muertos para que vengan a “visitar”. A día de hoy, la parte casera se ha perdido en su mayoría, sin embargo el pan se vende localmente en las panaderías centroamericanas y el espíritu de comunión con aquellos que se han marchado todavía queda.
“Recuerdo a mi abuelita haciendo el pan y explicandonos lo que cada uno de los huesos del pan significaban, era como una historia,” dijo ella.
“Cuando crezca, le enseñaré a mis hijos sobre El Día de los Muertos y cómo celebrarlo. Es importante,” comentó Allan.